Día de las Madres Parte 2. Entre Reinas, Campesinas y Profetisas: Honrando a las Madres de Hoy con las Mujeres de la Biblia
- Gustavo Vargas
- 25 may
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun
En la historia de la fe, Dios nunca ha pasado por alto la belleza, la fortaleza ni la sabiduría de una mujer. Desde las páginas antiguas de la Biblia hasta nuestras casas modernas, hay una línea espiritual que conecta a mujeres que han marcado generaciones, a veces desde un trono… y otras desde la cocina, la oración o el silencio.

Hoy, en el Día de las Madres, vale la pena hacer una pausa —no solo para regalar flores o dar abrazos, sino para mirar al cielo y dar gracias. No por una figura perfecta, sino por esa mujer que luchó, que creyó, que amó y que estuvo. Porque toda madre, al igual que las mujeres de la Escritura, tiene una historia que merece ser contada.
La Sulamita: Belleza que inspira
La sulamita, protagonista del Cantar de los Cantares, no fue una reina ni una profetisa. Era una joven campesina, sencilla, sin adornos reales… pero con una belleza interior que conquistó el corazón de un rey. Su historia nos recuerda que el amor genuino no se basa en estatus, sino en entrega y verdad.
Así como muchas madres que nunca aparecen en portadas de revistas, pero cuyos ojos brillan con ternura al ver a sus hijos dormir. Mujeres que con manos cansadas preparan comida, limpian lágrimas y abrazan con fuerza. Hermosas no por la moda, sino por el amor que emanan.
Jezabel… y el llamado a ser lo contrario
Aunque la historia de Jezabel es una advertencia —una mujer que usó su influencia para el mal— también nos enseña algo poderoso: el impacto de una madre o esposa en el rumbo de una familia. Su historia no nos inspira a imitarla, sino a hacer lo opuesto: a usar nuestra voz, nuestras decisiones y nuestra fe para levantar, no destruir.
Las madres cristianas de hoy son llamadas a ser columnas, no cadenas; a edificar hogares que reflejen el carácter de Cristo, no el caos del mundo.
Ester: Valiente para su tiempo
Ester fue una joven judía, huérfana, llevada a un palacio extranjero. Y allí, cuando llegó el momento, no dudó en arriesgar su vida para salvar a su pueblo. “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”, le dijo su tío Mardoqueo (Ester 4:14).
Y eso también lo decimos hoy a cada madre que se levanta para enfrentar un diagnóstico, una crisis económica, una batalla espiritual por sus hijos: ¡quién sabe si para este tiempo Dios te colocó ahí! Porque en el plan eterno del cielo, ninguna madre está donde está por casualidad.
María: La fe que da a luz al Salvador
María, una adolescente judía, fue elegida para llevar en su vientre al Hijo de Dios. No lo entendió todo, pero creyó. No fue a seminarios, pero dijo “hágase en mí tu voluntad”. No tenía riquezas, pero dio a luz al Tesoro del cielo.
Y así son muchas madres hoy. Mujeres que tal vez no tienen respuestas para todo, pero tienen una fe que mueve montañas. Que oran en silencio mientras todos duermen. Que crían, enseñan, corrigen y abrazan... con la esperanza de que sus hijos sean instrumentos de Dios para esta generación.
Las mujeres de la Biblia siguen hablando
Estas mujeres no están tan lejos de nosotras. No son leyendas sin rostro. Son testigos de lo que Dios puede hacer cuando una mujer se pone en Sus manos. Ellas nos inspiran a mirar a nuestras propias madres, esposas, hermanas y decirles: “Gracias. Te veo. Te honro.”
Hoy, en el Día de las Madres, no celebremos solo con regalos, sino con gratitud consciente. Con palabras que edifiquen. Con actos que demuestren amor. Porque en cada mujer que ha amado con verdad, que ha creído en medio del miedo, que ha permanecido cuando todos se fueron… está el reflejo de una Ester, una María, una sulamita.
Y eso, querido lector, merece celebración.
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