CRISTIANOS MADUROS Y FUERTES Por Pastora Blanca Lopez
- Ruben Romero
- 17 jun 2024
- 3 Min. de lectura
Efesios 4:14
“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados de todo viento de doctrina por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”.
Un principio esencial:
“Todo lo que tiene vida tiende a prosperar y madurar”. Este principio nos enseña que, como cristianos, estamos llamados a crecer y florecer en nuestra fe, reflejando la vida que Dios ha sembrado en nosotros.
Desarrollo de una vida espiritual profunda:
Para que el pueblo de Dios madure, es crucial fomentar un crecimiento que sea:
1. CALIDAD: Continuar mejorando y profundizando en nuestra relación con Dios.
2. CANTIDAD: Expandir nuestra influencia y presencia como individuos y como comunidad del cuerpo de Cristo.
3. FORMA INTEGRAL: Buscar el equilibrio y la unidad, evitando desigualdades espirituales que pueden distorsionar nuestra comprensión completa de la vida cristiana.
Sobre los énfasis exagerados:
Las exageraciones en ciertos aspectos de nuestra fe, como los proyectos desmedidos, no capturan la atención de Dios. Debemos recordar que el centro de nuestra fe siempre debe ser CRISTO, no nuestras propias obras o énfasis.
Los népios:
En la escritura, la palabra hebrea y griega "NEPIO" describe a los inmaduros: niños pequeños o personas que aún no han desarrollado una madurez en su hablar y actuar, caracterizándose por reacciones impulsivas o superficiales frente a las adversidades.
La insatisfacción constructiva:
Sentirse insatisfecho puede ser a veces indicativo de madurez, especialmente cuando nace de un espíritu humilde que reconoce que siempre hay más que podemos hacer para agradar a Dios. No se trata solo de cumplir con los ritos, como asistir a los servicios dominicales o pagar diezmos, sino de buscar constantemente cómo profundizar nuestra relación con Él.
Crecimiento en tres dimensiones:
Es vital desarrollarse en calidad, cantidad, y de forma integral. Este equilibrio es donde encontramos verdaderamente a Cristo, pues Él encarna la perfección en cada uno de estos aspectos.
Definiendo la madurez espiritual:
La madurez espiritual se manifiesta en la capacidad de enfrentar críticas, rechazos y ofensas sin tomarlo personalmente, manteniendo el carácter humilde y centrado en Cristo, sabiendo que los elogios también son para Él.
Fruto, más fruto y mucho fruto:
La madurez está intrínsecamente ligada al fruto que producimos. Los cristianos maduros son emocionalmente estables, no dependen de la unción de otros, y son capaces de inspirarse y actuar por sí mismos, moviendo la mano de Dios a través de su fe y acciones conforme a Juan 15:2-5.
Niveles de fe y sus resultados: En el Antiguo Testamento, la prosperidad de los árboles de Israel estaba directamente ligada a su fidelidad al pacto, como se menciona en Deuteronomio 28:4. Este principio es un reflejo de cómo la madurez espiritual impacta nuestra capacidad de producir fruto. Solo los árboles maduros, aquellos profundamente arraigados en la fe y la fidelidad, pueden producir fruto abundante.
Permanencia en Cristo: Como enseña Juan 15:4-5, "Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí". Esta es la clave para nuestra fructificación espiritual: permanecer en Cristo, fuente de nuestra vida y madurez.
Llamado a la madurez: Dejemos, pues, de ser "népios" inmaduros y aspiremos a ser cristianos maduros, firmes y fuertes. Al cultivar una fe profundamente arraigada y comprometida, seremos capaces de llevar "mucho fruto" y asegurarnos de que nuestro fruto perdure, según lo prometido en Juan 15:16.
Abandonemos la inmadurez y busquemos ser cristianos maduros, firmes y fuertes, para llevar mucho fruto y que nuestro fruto permanezca.
Pastora Blanca Lopez Jimenez 1942 - 2014
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