Caminando Con Lodo En Los Ojos
- Ruben Romero
- 22 jul 2024
- 4 Min. de lectura
Un hombre caminaba por las calles de la ciudad palpando su camino con las manos extendidas delante de él mientras avanzaba al lugar donde podría lavar su rostro. Era un hombre conocido en la ciudad por una razón muy particular. El hombre era ciego de nacimiento y verlo andar así por las calles no era raro.
Pero este día era diferente a otros. Hoy este hombre no mendigaba por un unas monedas. Hoy caminaba con un propósito distinto. Alguien le había untado lodo en los ojos y le ordenó que fuese hasta el estanque de Siloé para lavar su rostro.
Le envió aún ciego por el lodo, pero cargando un milagro escondido debajo de ese ungüento santo.
Más temprano esa mañana se encontraba sentado junto al camino suplicando por la caridad de los transeuntes, cuando escuhó los pasos de un grupo de personas que se acerban. Por el sonido pudo adivinar que se trataba de mas o menos una docena de hombre que discutían entre si. Uno de ellos le preguntó al líder del grupo: “Maestro, ¿Quién habrá pecado para que este hombre naciera ciego? Él mismo o sus padres?”
El Maestro le respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.
La respuesta del Maestro de momento fué recibida por los oyentes como una idea inspiradora, pero su realidad más profunda y perturbadora les eludía todavía. Con un poco más de atención ellos verían que la declaración dejaba claro que la vida entera del ciego, con todas las limitaciones y luchas que supone el haber nacido y vivido sin poder ver, eran parte de un propósito más grande en el que Dios sería glorificado. Los años invertidos en oscuridad y que por tanto tiempo llegaron a parecer solo pérdida y maldición, se entretejían de una manera invisible e inperceptible con un movimiento Divino que culminaría en un milagro tanto más dramático y contundente.
El Maestro le respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.
Jesús de Nazaret se acercó a él y lo tocó. Pero de una manera muy parecida a aquel momento en el que Dios mismo tomó barro y sopló en él aliento de vida para crear al primer hombre, ahora el Maestro había escupido en la tierra y hecho lodo que untó sobre los ojos de aquel ciego. En otras palabras, con sus manos Jesús le formó unos ojos nuevos. Luego le envió al estanque. Le envió aún ciego por el lodo, pero cargando un milagro escondido debajo de ese ungüento santo.
Así caminó de nuevo el hombre que había nacido ciego por las calles de la ciudad. Casi nadie notaba la inmensa diferencia en su caminar, pues trastabillaba como un ciego todavía entre un pueblo que siempre lo vió hacer lo mismo. Solo algunos percibieron la diferencia en sus pasos, la determinación en alcanzar su destino. Caminaba sin ver, pero cargaba una fe que lo impulsaba. Pasos más firmes jamás había plantado hasta este día, pues hoy tenía un propósito nuevo, tenía un destino, tenía una misión. Cada paso representaba un avance de valor matemático, pues acortaba la distancia a su nueva vida en la que abriría sus nuevos ojos y vería el mundo por primera vez. Sin duda se trataba de un nuevo nacimiento. Una vida completamente distinta.
En otras palabras, con sus manos Jesús le formó unos ojos nuevos.
Tal y como su convicción lo llevó, por cada paso caminado en fé hacia el estanque, en su regreso golpeaba el suelo con firmeza y seguridad. Ojos claros clavados en el Maestro hasta caer rendido ante Aquel que pudo darle la vista. No era posible lamentarse por los años perdidos, cuando miraba la vida con ojos nuevos. Y nunca más recordó los sufrimientos del pasado una vez que pudo ver su futuro con el optimismo y la esperanza de lo que estaba por venir.
Por ahora solo caminamos en obediencia... porque sabemos que ese día veremos consumado el milagro que se gesta detrás de nuestras luchas.
Muchos esperan todavía junto al camino, sin poder pensar en otra cosa que en sus problemas y sus luchas. Sin saber que Aquel Maestro ya ha hecho lo necesario para que tengas victoria y éxito en tu vida. No entienden que sus mismas pruebas son parte de la fibra que teje un milagro más completo y más hermoso. Tántos caminan como ciegos, con los ojos cerrados, trastavillando sin dirección ni rumbo.
Pero habemos quienes, aún sin haber visto todavía la respuesta a nuestras oraciones, caminamos con confianza y determinación hacia ese estanque. Porque creemos que debajo de esta ceguera temporal que no nos deja ver mas allá de los problemas, Dios ya ha hecho el milagro. Por ahora solo caminamos en obediencia hacia ese estanque, a quitar el lodo de nuestro rostros porque sabemos que ese día veremos consumado el milagro que se gesta detrás de nuestras luchas.
Te deseo un caminar firme en la fé. Guiado por el Espíritu de Dios y afianzado en Sus promesas.
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