Cómo Conducir a Otros a Cristo (Parte 1)
- Gustavo Vargas
- 27 abr
- 3 Min. de lectura

Introducción: El corazón de Dios hacia el pecador
En el corazón del Evangelio encontramos esta verdad sencilla pero profunda:Dios ama al pecador, pero no al pecado.El apóstol Pablo escribió:
"Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad."— Romanos 1:18
La humanidad entera está bajo el peso del pecado, y su consecuencia es trágica:
"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro."— Romanos 6:23
El profeta Isaías lo confirma:
"Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír."— Isaías 59:2
La distancia entre Dios y el hombre es real, pero también lo es la esperanza que se ofrece a través de Cristo.
¿Cómo puedo encontrar a Dios?
La pregunta fundamental que atraviesa los siglos es:¿Cómo puedo acercarme a Dios si el pecado me separa de Él?
La respuesta bíblica es clara: a través de Jesucristo.
Jesús mismo lo explicó:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."— Juan 3:16
Dios no envió a Su Hijo para condenar, sino para salvar:
"Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él."— Juan 3:17
La Motivación del Evangelismo: El Amor de Dios
Cuando hablamos de conducir a otros a Cristo, entendemos que el motor principal es el amor de Dios, expresado de varias maneras:
1. Dios ama a todo el mundo
Su amor es universal, abarcador e incondicional:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo..."— Juan 3:16
Recordemos que Dios es:
Perfecto
Omnisciente (todo lo sabe)
Omnipresente (eterno, presente en todo lugar)
Omnipotente (todo poderoso)
Además, Cristo mismo nos recuerda su propósito:
"El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia."— Juan 10:10
2. Dios ama al pecador, pero no al pecado
Dios distingue entre la persona que Él creó con amor y el pecado que esa persona ha abrazado:
"Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios."— Isaías 59:2
También nos advierte:
"Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte."— Proverbios 16:25
El apóstol Pablo insiste:
"¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno."— Romanos 3:9–10
"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios."— Romanos 3:23
La realidad es que nadie puede salvarse a sí mismo. Todos estamos en la misma necesidad desesperada de la gracia de Dios.
El Camino de Regreso a Dios: La Cruz de Cristo
La cruz no es solo un símbolo; es el puente entre el hombre pecador y el Dios santo.
"Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu."— 1 Pedro 3:18
Jesucristo es el único camino que reconcilia al hombre con Dios.
La Invitación Personal: Recibir a Cristo
No basta con saber sobre Dios:Debemos recibir a Cristo personalmente.
"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios."— Juan 1:12
Este es el llamado final: aceptar el regalo de la vida eterna y convertirse en hijo de Dios por medio de la fe en Jesucristo.
Conclusión: El Primer Paso para Conducir a Otros a Cristo
Conducir a otros a Cristo comienza con entender nosotros mismos:
El amor de Dios es real.
El pecado separa, pero la cruz une.
Todos necesitan a Cristo, sin excepción.
Nuestra misión es compartir esa verdad en amor.
No es nuestro deber condenar, sino invitar.No es nuestro deber imponer, sino testificar.No es nuestro deber señalar, sino mostrar el camino.
Y siempre recordar que nosotros mismos también somos testigos de esa gracia.
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