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Eternidad en tu corazón

LA DECISION: ¿Cuál Camino Elegirás?


Cada día, el amanecer despliega sus promesas y el ocaso sus silencios. Entre la luz y la oscuridad, se nos presenta un acto sagrado: elegir. Nos encontramos en ese espacio intermedio, en el umbral de la decisión, enfrentando una pregunta que resuena desde los confines del tiempo: ¿Cuál camino elegirás?



La elección es tuya

Dios, en su sabiduría infinita, nos otorga el derecho sagrado de elegir. Deuteronomio 30:19 es una declaración de su amor y de su justicia: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.” Estas palabras son más que una simple advertencia; son un susurro divino, un anhelo paternal que clama en el viento: "Escoge la vida."


Como un padre que ve a su hijo titubear al borde de un abismo, Dios nos insta a tomar el camino que nos conducirá a la vida. No se trata de un mero destino terrenal, sino de un llamado eterno, un eco que resuena en el silencio de nuestra alma y nos invita a vivir en plenitud, en comunión con el Creador.


Abraham y Lot: Una elección que marca destinos

La Escritura nos ofrece innumerables ejemplos de hombres y mujeres que, ante una encrucijada, decidieron su destino. Entre ellos, la historia de Abraham y Lot destaca como un claro recordatorio de la importancia de nuestras decisiones. Génesis 13:9 recoge las palabras de Abraham: “¿No está toda la tierra delante de ti? Te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.”

Aquí vemos a Abraham, un hombre de fe, cediendo la primera elección a su sobrino. Lot, seducido por la fertilidad de las tierras cercanas a Sodoma, elige basándose en lo que ve, mientras que Abraham, en su humildad, escoge confiar en Dios. Esta elección marcaría sus destinos. Lot, al seguir el camino de la comodidad y la autocomplacencia, terminaría enfrentando el juicio que caería sobre Sodoma. Abraham, en cambio, al confiar en el llamado de Dios, se convertiría en el padre de naciones.


El camino del justo: Raíces junto al río de vida

El Salmo 1 nos pinta un cuadro de dos caminos: el de los justos y el de los malvados. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.” El hombre justo no camina según el consejo del mundo, ni se detiene a convivir con el pecado; en cambio, su deleite está en la Palabra de Dios, su guía y su ancla.


Esta senda recta se compara con un árbol plantado junto a corrientes de aguas, un árbol cuyas raíces profundas lo mantienen firme y lo nutren constantemente. Este árbol da fruto en su tiempo, su hoja no cae, y en todo lo que hace, prospera. Este es el destino del justo, aquel que escoge vivir en comunión con Dios, cuyas raíces están profundamente alimentadas por el agua de vida que fluye de la presencia del Espíritu Santo.


La vida de Abraham ilustra esta verdad. Al creer y obedecer el llamado de Dios, aun sin ver toda la promesa, Abraham fue contado por justo. Romanos 4:3 y Gálatas 3:6 recuerdan este momento clave: “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.” Como el árbol junto al río, Abraham prosperó en todo lo que emprendió porque su deleite estaba en la voluntad de Dios, y su fe lo sostenía.


El camino del malvado: Polvo llevado por el viento

“No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento.” La segunda parte del Salmo 1 nos muestra la realidad triste y desoladora de aquellos que eligen el camino del mal. Este camino, en lugar de estabilidad y fruto, ofrece incertidumbre y vacío. Los malvados son comparados con el tamo, una paja ligera y sin peso que el viento arrastra sin dirección.


Dios le habló a Caín con palabras de advertencia en Génesis 4:7: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.” Caín, en su ira y envidia, eligió no dominar su pecado, y esta elección lo condujo a un destino de oscuridad y soledad. Así también, aquellos que caminan en el camino del mal se enfrentan a la desintegración de su alma, perdiendo la estabilidad y el propósito que solo pueden encontrarse en Dios.


La Biblia nos muestra una verdad inmutable: el camino del mal lleva a la muerte, no solo en lo terrenal, sino en lo eterno. Los malvados “no se levantarán en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos.” Este es el destino final de aquellos que eligen caminar lejos de la luz de Dios.


La infinita sabiduría y justicia de Dios

El Salmo 1 culmina con una afirmación solemne y tranquilizadora: “Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.” Aquí se revela el corazón de Dios, un Dios que conoce, que vela, que cuida. Él observa a aquellos que caminan en Su voluntad, quienes, aunque enfrentan pruebas, están protegidos y guiados por su amor eterno.


La senda de los malos, en cambio, perecerá. Este no es un juicio apresurado, sino el desenlace natural de un camino que se aparta de la fuente de vida. Dios, en su infinita sabiduría y justicia, ha trazado los límites de cada senda, ofreciendo siempre una puerta de regreso a quienes se apartan.


Un llamado a la reflexión: ¿Cuál camino elegirás?

Hoy, como en cada amanecer, estás en el umbral de una elección. Frente a ti están el camino de la vida y el camino de la muerte. No es una decisión ligera; es una que marcará tu destino. Dios te llama, como llamó a Abraham, a escoger la senda que Él ha preparado para ti, a confiar en Su palabra y a plantar tus raíces junto al río de vida.


Reflexiona: ¿Anhelas la estabilidad de un árbol junto al río, o te contentarás con la vacuidad del tamo que el viento lleva? Dios te ofrece vida, y vida en abundancia. Cristo, la fuente de esa vida, ha dado todo para que puedas andar en el camino del justo. Él extiende sus manos hacia ti, susurrando a tu espíritu: “Escoge la vida.”


Cada elección, cada paso cuenta. Hoy, en este preciso momento, puedes responder al llamado de Dios. Deja que su Espíritu guíe tu corazón y renueva tu compromiso con Él. En sus brazos encontrarás no solo seguridad, sino un propósito eterno. ¿Cuál camino elegirás?

 
 
 

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