La Templanza: El Arte de Dominarse a Sí Mismo con la Ayuda de Dios
- Ruben Romero
- 16 feb
- 4 Min. de lectura
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."
(Gálatas 5:22-23)

La vida cristiana es un viaje de transformación, un proceso continuo donde el Espíritu Santo moldea nuestro carácter para reflejar la imagen de Cristo. Entre los frutos que Él produce en nosotros, hay uno que a menudo se pasa por alto pero que es crucial para nuestra madurez espiritual: la templanza.
La templanza es el dominio propio, la capacidad de gobernar nuestras emociones, deseos y acciones en lugar de ser gobernados por ellas. En un mundo donde los impulsos son exaltados y el autocontrol es visto como una restricción innecesaria, la templanza brilla como una virtud poderosa, un reflejo de la obra de Dios en nuestras vidas.
Pero, ¿cómo podemos cultivar este fruto en nuestro corazón? La Biblia nos da ejemplos poderosos de personas que ejercieron (o fallaron en ejercer) la templanza, y a través de sus historias, podemos aprender a vivir con mayor control, equilibrio y dependencia de Dios.
I. La Templanza: El Muro de Protección de Nuestra Vida
"Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda."(Proverbios 25:28)
En la antigüedad, una ciudad sin muros era un desastre esperando ocurrir. Sin protección, cualquier enemigo podía entrar y arrasar con todo. Así también es la vida de una persona sin dominio propio: vulnerable, expuesta, indefensa ante las tentaciones y las decisiones impulsivas.
La historia de José en Egipto es un testimonio de la fortaleza que proviene de la templanza. Siendo un joven esclavo en la casa de Potifar, José fue tentado por la esposa de su amo, quien insistía en que se acostara con ella. Él tenía todo a su favor para ceder: estaba lejos de su familia, nadie lo vería, y su situación parecía no tener futuro. Sin embargo, él decidió huir.
"¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?" (Génesis 39:9).
José sabía que la verdadera libertad no está en hacer lo que queramos, sino en obedecer a Dios. Su dominio propio no solo lo libró del pecado, sino que también lo preparó para el destino que Dios tenía para él.
Nosotros enfrentamos tentaciones a diario: oportunidades de mentir para evitar problemas, momentos donde ceder a la ira parece justificado, o impulsos de gratificación inmediata que nos alejan del propósito de Dios. Pero si queremos vivir con la plenitud de Cristo, necesitamos la templanza como nuestra muralla de protección.
Pregunta para reflexionar: ¿En qué área de tu vida necesitas construir muros de templanza para resistir la tentación?
II. La Templanza: Controlando lo que Decimos y Cómo Reaccionamos
"Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo."(Santiago 3:2)
Alguien dijo una vez: "Las palabras son como las plumas al viento. Una vez que las sueltas, es imposible recogerlas todas de nuevo."
La Biblia nos advierte sobre el poder de la lengua, ese pequeño órgano que puede encender grandes fuegos. Una palabra dicha en enojo puede destruir una amistad. Una respuesta impulsiva puede cerrar una puerta de oportunidad.
Moisés, el gran líder de Israel, aprendió esta lección de la manera difícil. Dios le ordenó hablarle a una roca para que brotara agua, pero en su frustración con el pueblo, la golpeó dos veces con su vara (Números 20:7-12). Fue un momento de debilidad, una reacción emocional, y como consecuencia, Moisés no pudo entrar en la Tierra Prometida.
¿Cuántas veces hemos golpeado la roca en nuestra vida? ¿Cuántas veces hemos dejado que nuestras emociones dicten nuestras palabras en lugar de dejarnos guiar por el Espíritu Santo?
La templanza nos ayuda a responder con gracia en lugar de reaccionar con enojo. Nos enseña a pensar antes de hablar, a medir nuestras palabras y a recordar que lo que decimos puede traer vida o muerte.
Pregunta para reflexionar: ¿Cómo puedes practicar más templanza en la forma en que hablas y respondes a los demás?
III. La Templanza: La Clave para la Perseverancia en la Prueba
"Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible."(1 Corintios 9:25)
La vida cristiana es como una carrera. No es un sprint, es un maratón. Y para terminar bien, necesitamos disciplina y resistencia.
Daniel y sus amigos nos dan un ejemplo de lo que significa vivir con dominio propio en un mundo que constantemente nos invita a comprometernos. Cuando fueron llevados cautivos a Babilonia, se les ofreció la comida del rey, llena de lujos y delicias. Pero Daniel "propuso en su corazón no contaminarse" (Daniel 1:8). Eligieron una vida de disciplina, confiando en que Dios honraría su decisión.
Nuestra sociedad nos bombardea con mensajes de gratificación instantánea: “Haz lo que sientas,” “Si te hace feliz, hazlo”, “Tienes derecho a todo”. Pero la Biblia nos llama a algo mejor: a decir no a lo que nos aparta de Dios para poder recibir lo que Él tiene para nosotros.
La templanza no se trata de privarnos de cosas buenas, sino de prepararnos para recibir las mejores. Como un atleta que entrena para ganar la carrera, el dominio propio nos capacita para mantenernos firmes hasta el final.
Pregunta para reflexionar: ¿En qué área de tu vida necesitas más disciplina para perseverar hasta el final?
Conclusión: La Templanza Viene del Espíritu Santo
La templanza no es algo que podamos desarrollar por nuestra propia fuerza. Si confiamos solo en nuestra voluntad, tarde o temprano fallaremos. Pero Dios nos ha dado Su Espíritu para capacitarnos, fortalecer nuestro carácter y moldearnos a la imagen de Cristo.
"Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio."(2 Timoteo 1:7)
Quizá has luchado con la falta de dominio propio. Quizá has caído en las mismas tentaciones una y otra vez. La buena noticia es que el Espíritu Santo está en nosotros para darnos la fuerza que no tenemos.
Hoy es el día para rendir nuestras debilidades a Dios y pedirle que nos haga hombres y mujeres de templanza, capaces de vivir con propósito, equilibrio y en obediencia a Su voluntad.
Oración:"Señor, ayúdame a vivir con templanza. Enséñame a gobernar mis palabras, mis deseos y mis acciones. Que Tu Espíritu Santo produzca en mí el fruto del dominio propio para que mi vida refleje a Cristo en todo lo que hago. Amén."
Que este mensaje sea un recordatorio de que Dios nos llama a vivir con equilibrio y dominio propio. Que Él sea nuestra fortaleza cada día. ¡Bendiciones!
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