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Eternidad en tu corazón

Persiguiend los Sueños que Dios Da


Hay momentos en la vida cuando sentimos un profundo deseo, una visión clara, un sueño que parece haber sido colocado directamente en nuestro corazón por el mismísimo Creador. No es un sueño egoísta o materialista, sino algo que trasciende nuestras propias necesidades y nos empuja a ser parte de algo más grande. Son los sueños que vienen de Dios. Hoy, quiero compartir la historia de Nehemías, un hombre ordinario que, con el favor y la guía de Dios, persiguió un sueño extraordinario.



Nehemías y el Sueño de Restauración


Nehemías no era un profeta, ni un sacerdote. No ocupaba un rol religioso ni tenía una plataforma pública para influir en las masas. Él era el copero del rey Artajerjes de Persia, una posición que, aunque prominente, era más política que espiritual. Sin embargo, Dios lo había colocado estratégicamente. Cuando Nehemías escuchó las noticias devastadoras sobre Jerusalén—que la ciudad estaba en ruinas, sus muros derribados, y su gente en desgracia—su corazón se quebrantó. El dolor que sintió no era solo por las piedras y los muros destruidos; era por el pueblo de Dios que había perdido su dignidad y esperanza.


Nehemías no solo vio un problema, vio una oportunidad. Dentro de él nació un sueño, uno que iba más allá de la mera reconstrucción de un muro. Su verdadero deseo era devolver la honra y dignidad a su pueblo y, a través de ese proceso, despertar un avivamiento espiritual en toda la nación. Su sueño no era pequeño, no era mezquino. Era un sueño inspirado por Dios.


“Cuando oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:4).


Preparación Espiritual para los Sueños de Dios


Lo primero que hizo Nehemías fue orar. Antes de actuar, antes de planificar, antes de siquiera hablar con el rey, se postró ante Dios en oración. Su sueño era grande, pero su dependencia en Dios era aún mayor. Nehemías entendía que, aunque tenía acceso a los recursos terrenales, necesitaba los recursos celestiales para llevar a cabo la visión que Dios había puesto en su corazón.


“Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo... concede ahora buen éxito a tu siervo” (Nehemías 1:11).


La oración de Nehemías no fue solo una petición rápida; fue una súplica persistente. Sabía que este sueño no podría realizarse sin la intervención directa de Dios. Y Dios respondió, no solo abriendo la puerta, sino proporcionando todo lo necesario para cumplir la misión. El rey Artajerjes, movido por el favor divino, no solo permitió que Nehemías fuera a Jerusalén, sino que también le proporcionó los recursos materiales para la reconstrucción.


El Tiempo Perfecto de Dios


Una lección crucial que aprendemos de Nehemías es que los sueños de Dios no solo requieren preparación espiritual, sino también tienen un marco de tiempo divino. Cuando Nehemías presentó su petición al rey, Artajerjes le preguntó cuánto tiempo duraría su viaje y cuándo regresaría. Esta pregunta nos recuerda que, aunque Dios nos da sueños, también nos da un tiempo limitado para cumplirlos. Las oportunidades que Dios nos da son ventanas temporales, y debemos estar listos para aprovecharlas cuando se presenten.


“Entonces el rey me dijo: ¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?” (Nehemías 2:6).


Dios abrió la ventana de tiempo para Nehemías, y él estuvo listo para cruzarla. Tenía menos de dos meses para comenzar y coordinar la reconstrucción del muro, un proyecto que, en las manos humanas, parecía imposible. Sin embargo, cuando Dios te da un sueño, también te da la gracia para cumplirlo en Su tiempo perfecto.


Un Plan Claro y Definido


Nehemías no solo dependía de la oración; también tenía un plan. Cuando el rey le preguntó cómo pensaba llevar a cabo su sueño, Nehemías respondió con claridad y precisión. No improvisó ni actuó impulsivamente. Presentó un plan bien pensado y detallado, demostrando que, aunque dependemos de Dios para que abra las puertas, también debemos hacer nuestra parte siendo diligentes y responsables.


En nuestras propias vidas, cuando oramos por algo grande—la salvación de un ser querido, la restauración de una relación, o el avance en nuestro ministerio—debemos hacerlo con un plan y estrategia. Como dijo el apóstol Pablo, no podemos "dar golpes al aire" (1 Corintios 9:26), sino ser intencionales en nuestras acciones y oraciones.


Enfrentando la Oposición


No es de extrañar que cuando comenzamos a perseguir los sueños que Dios nos ha dado, enfrentemos oposición. Nehemías no fue una excepción. Dos hombres, Sambalat y Tobías, se convirtieron en los principales opositores de la reconstrucción. Representan aquellos que buscan desanimar, distraer y detener la obra de Dios. Usaron la burla, la crítica y las amenazas para tratar de socavar la confianza y la fe de Nehemías y del pueblo.


“Cuando oyó Sambalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos” (Nehemías 4:1).


Aun así, Nehemías no permitió que la oposición lo detuviera. Instruyó al pueblo a estar listos para la batalla, pero también a no dejar de trabajar. Nos recuerda que en la vida cristiana, debemos estar preparados para la guerra espiritual mientras seguimos avanzando en el propósito que Dios nos ha dado. No dejamos de trabajar cuando enfrentamos oposición; perseveramos con fe.


“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo... y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6:11-13).


El Fruto del Esfuerzo


Finalmente, los esfuerzos de Nehemías no solo resultaron en la reconstrucción física del muro, sino también en una restauración espiritual. El pueblo de Dios, al ver los muros de Jerusalén reconstruidos, experimentó un avivamiento de fe. Lo que comenzó como el sueño de un hombre se convirtió en un movimiento de restauración y renovación para toda una nación.


Este es el verdadero propósito de los sueños que Dios nos da: no solo para nuestra propia satisfacción o éxito, sino para Su gloria y el levantamiento de Su pueblo.


“Es día santo a Jehová nuestro Dios... no os entristezcáis, ni lloréis... el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:9-10).


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Conclusión:


Cuando Dios pone un sueño en tu corazón, puede parecer imposible o más grande de lo que puedes manejar. Pero si lo confías a Él, lo oras con fervor, lo planeas con diligencia y perseveras a través de la oposición, verás cómo ese sueño no solo se hace realidad, sino que también trae gloria a Dios y bendición a los demás.


Como Nehemías, persigue los sueños que Dios te ha dado. Confía en que Él abrirá puertas, te dará los recursos y el tiempo necesario, y te fortalecerá para superar cualquier oposición. Los sueños nacidos en el corazón de Dios siempre tienen un propósito mayor, y al final, lo que comienza como una visión personal puede transformar una comunidad, una nación y, en última instancia, dar gloria a Su nombre.

 
 
 

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