Una Vida de Convicción: ¿Vives el Camino o el Camino Vive en Ti?
- Ruben Romero
- 29 sept 2024
- 4 Min. de lectura
Mientras el autobús recorre las colinas del camino al retiro juvenil, dos jóvenes conversan en la parte trasera. Sus risas llenan el aire, pero pronto la conversación toma un giro más profundo. Hablan sobre la iglesia, la fe, y las expectativas que sienten. "He estado en la iglesia toda mi vida", dice uno de ellos. "Conozco todas las historias, pero a veces me pregunto, ¿realmente conozco a Cristo?". El otro, después de una pausa, responde: "Yo también me he hecho esa pregunta. Creo que hay una diferencia entre crecer en la iglesia y tener una relación personal con Él. Entre los valores que decimos vivir y aquellos que realmente viven en nosotros".
Ese es el reto que muchos enfrentamos: ¿Estamos simplemente adoptando los hábitos religiosos, o hemos abrazado una vida de convicción que nace de una relación auténtica con Cristo? ¿Es nuestro andar diario una respuesta genuina al amor de Dios o solo una rutina sin sentido? Hoy, reflexionemos sobre lo que significa vivir con convicción, más allá de las apariencias, en una fe arraigada profundamente en el corazón.
La Relación Personal con Cristo
El primer paso hacia una vida de convicción es conocer a Cristo personalmente, no solo conocer sobre Él. Es fácil caer en la trampa de la familiaridad religiosa. Crecer en la iglesia no garantiza una vida transformada; solo una relación auténtica con Cristo puede hacerlo. El apóstol Pablo lo expresa de manera sublime en Gálatas 2:20-21:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo."
Cuando conocemos a Cristo de manera personal, nuestras vidas comienzan a reflejar su presencia. Ya no vivimos bajo la sombra de la ley o la tradición, sino en la libertad y el poder de su gracia. La vida de convicción no se trata de seguir reglas, sino de ser transformados desde adentro, porque Cristo habita en nosotros. Dejar que Él viva en nosotros es el llamado diario que marca la diferencia entre una vida religiosa y una vida verdadera, llena de propósito y significado.
Más Allá de las Obras
A veces, nos enfocamos tanto en lo que hacemos que olvidamos lo más importante: no somos salvos por nuestras obras, sino por gracia. Las obras son el fruto, no la raíz de nuestra salvación. El problema de muchos cristianos es que tratan de alcanzar la aprobación divina a través de esfuerzos propios. Sin embargo, el apóstol Pablo, en Efesios 2:8-10, nos recuerda la verdad esencial:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas."
Una vida de convicción entiende que nuestras obras no son para ganar el favor de Dios, sino una respuesta a Su amor y gracia ya derramados sobre nosotros. Vivimos en agradecimiento, actuamos en obediencia, pero todo nace de la fe. Las obras que fluyen de una fe auténtica son el testimonio vivo de que Cristo realmente habita en nosotros. No actuamos para impresionar, sino para reflejar al que nos ha salvado.
Convicciones Reveladas por el Espíritu Santo
Las verdaderas convicciones no nacen de la tradición ni del conocimiento acumulado, sino de una revelación personal y profunda que solo el Espíritu Santo puede traer. Es en esos momentos de prueba donde nuestras convicciones son puestas a prueba y, si están arraigadas en el Espíritu, prevalecerán. Un ejemplo poderoso de esto lo encontramos en la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego, en Daniel 3:16-18. Ante la amenaza de muerte en el horno de fuego, su respuesta fue firme:
"Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado."
Estos tres jóvenes demostraron una convicción inquebrantable, no porque fueran teólogos consumados, sino porque conocían a su Dios de manera personal y habían recibido una revelación profunda de Su carácter. Sabían que Dios era capaz de librarlos, pero incluso si no lo hacía, no comprometerían su fe. Eso es convicción: una firmeza que no se tambalea ante la adversidad, porque no depende de las circunstancias, sino de una certeza en quien Dios es.
Vivir una vida de convicción significa pasar de una fe superficial a una profunda, arraigada en una relación personal con Cristo. No nos conformemos con lo superficial, ni con el mero conocimiento. Permitamos que nuestras vidas sean transformadas desde adentro hacia afuera, reflejando el carácter de Cristo en todo lo que hacemos. Como Pablo, podemos decir: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí".
Es tiempo de examinar nuestras vidas y preguntarnos: ¿Estamos viviendo con convicción o solo siguiendo la corriente? ¿Reflejan nuestras acciones una fe profunda o simplemente el cumplimiento de expectativas? Hoy es el día para acercarnos más a Dios y pedirle que nuestras convicciones sean guiadas por Su Espíritu, como lo fueron para Sadrac, Mesac y Abed-nego. Que podamos caminar en una fe auténtica, no por lo que hacemos, sino por lo que somos en Cristo, viviendo para Su gloria.
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